jueves, 23 de abril de 2015

El imperio de la corrupción





Hay dos grandes preocupaciones que mantienen en zozobra a la opinión pública. Por un lado, ¿tiene el actual gobierno panameño la voluntad política de hacer justicia con los casos de corrupción? Por el otro, ¿evitará el actual gobierno que los casos de corrupción no se repitan durante la administración del presidente Juan C. Varela (2014-2019)? Todos los días se repiten los casos de corrupción en casi todas las dependencias gubernamentales. Se acusa al presidente Varela de ser lento a la hora de tomar decisiones. Otros señalan que es un problema de poner en orden cuáles son los negocios que pretende privilegiar.
Desde la invasión (1989) a esta fecha los gobiernos no tienen un plan de trabajo. Desde la presidencia de Pérez Balladares (1994-1999) la palabra planificación fue borrada del léxico de la administración pública. Las decisiones se toman sobre la base de qué negocio puede generar más ganancia para los especuladores. Incluso, la Constitución Política fue reformada para que el Canal de Panamá se convirtiera en un negocio. La vía interoceánica fue ‘blindada’ por la Carta Magna  para que el sector público no pudiese penetrar sus gruesas paredes. El negocio del Canal de Panamá está reservado para la clase ‘rentista’ que se apoderó de los resortes del gobierno.
Durante la presidencia de Martinelli se hablaba de los ‘mega proyectos’. Los más emblemáticos superaban los mil millones de dólares. Entre ellos se destacaron la atrasada ampliación del Canal (que ya alcanza los 6 mil millones de dólares), la línea 1 del Metro, la Cinta Costera Nº3, la Ciudad Hospitalaria, la limpieza de la bahía de Panamá y otros. A su vez, otras fuentes de corrupción fueron el Programa de Ayuda Nacional (PAN), la Caja de Seguro Social, (CSS), el IDAAN, los ministerios de Salud, Educación, Obras Públicas, Vivienda y otros.
En total, algunos calculan que fueron desviados cerca de 5 mil millones de dólares en el quinquenio de Martinelli. No es una casualidad que entre 2009 y 2014 el tesoro nacional recibió esa misma cantidad producto de las transferencias que por ley hace la Autoridad del Canal de Panamá (ACP).
Por una buena razón quienes controlan al país y gobiernan no quieren saber de la palabra planificación. Esos recursos deben destinarse al desarrollo nacional. En vez de eso fueron objeto del despojo por quienes gobiernan sin rendir cuentas.
El gobierno actual tiene en miras varios ‘mega proyectos’ para el período 2014-2019. Entre estos se destacan la construcción de facilidades portuarias en el sector de Balboa de la ciudad de Panamá. Además, la Minera Panamá (concesión hecha a una empresa sudafricana-canadiense), las líneas 2 y 3 del Metro, la renovación de la ciudad de Colón y otros. Todos estos proyectos serán financiados y pagados por los 3.7 millones de panameños. Es probable que los ingresos del Canal de Panamá sean nuevamente desviados a manos de los especuladores para esta finalidad.
Ninguno de los proyectos se inserta en un plan de desarrollo nacional. Los especuladores se apropian de lo ajeno y no rinden cuentas. Cada día se pierden empleos, niños se quedan sin escuelas y los servicios de salud desaparecen por falta de recursos. Los fondos desviados reaparecen en cuentas cifradas, bajo nombres ficticios, en la banca norteamericana. Si cada proyecto formara parte de un plan de desarrollo podríamos incrementar la producción agropecuaria e industrial, para generar más empleos y enviar más niños a escuelas que no existen o que han colapsado.
El gobierno sabe que construir puertos en la entrada del Pacífico del Canal es un buen negocio. También sabe que el negocio se va a truncar a corto plazo debido a que no ha sido objeto de un plan de desarrollo que le permita darle seguimiento. A corto plazo quiere tener en Balboa tres puertos con capacidad de mover 12 millones de contenedores TEU. Igual que Colón y más que cualquier otro puerto en América latina.
La magnitud del proyecto absorberá casi de inmediato la capacidad urbana de la ciudad y no tendremos los ingresos para cubrir los enormes gastos que implica. En vez de convertirnos en un Amberes o Singapur, la ciudad de Panamá quedará como Colón o Buenaventura. En 20 años los ‘mega proyectos’ nos chuparán hasta la última gota de lo que generan los peajes del Canal de Panamá. Seguiremos bajo el imperio de la corrupción y sin un plan de desarrollo nacional.  
24 de abril de 2015.    

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